sábado, 31 de agosto de 2013

RELATOS DE VERANO


MACEDONIA


Si algo se sabe a ciencia cierta que se va a estropear o perder se elabora una receta que, dando un toque de fiesta, arregla aquello que no tenía solución. Quien inventara esa receta tenía una mente previsora y necesaria para conservar y valorar.

En el poyo de la mesa, el bodegón se cubre de marrones tonalidades que anuncian su inminente podredumbre. Hoy tengo invitados a comer, haré pisto con tomates maduros y pimientos verdes a punto de perecer.

"Morder una fruta fresca recién cogida del árbol es un pequeño placer que se está perdiendo. Dedicarle tiempo a cuestiones consideradas banales no forma parte de la cultura urbana. Otros la recogen, la envasan, la conservan, la cortan y la transportan ya lista para comer".

Mientras se disipan estos pensamientos a ritmo con el exprimidor, me dispongo a cortar, sin intención de forma, todo el rosario de frutas desahuciadas que exhibían sus heridas marrones sin ningún rubor. Entonces, el jugo de doradas propiedades obra el milagro y crea la unión prevista: pócima mágica, sublime y armónica como es la macedonia.


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