MACEDONIA
Si algo se sabe a ciencia cierta que se va a estropear o perder se elabora una receta que, dando un toque de fiesta, arregla aquello que no tenía solución. Quien inventara esa receta tenía una mente previsora y necesaria para conservar y valorar.
En el
poyo de la mesa, el bodegón se cubre de marrones tonalidades que anuncian su
inminente podredumbre. Hoy tengo invitados a comer, haré pisto con tomates
maduros y pimientos verdes a punto de perecer.
"Morder
una fruta fresca recién cogida del árbol es un pequeño placer que se está
perdiendo. Dedicarle tiempo a cuestiones consideradas banales no
forma parte de la cultura urbana. Otros la
recogen, la envasan, la
conservan, la cortan y la transportan ya lista para comer".
Mientras
se disipan estos pensamientos a ritmo con el exprimidor, me dispongo a cortar, sin intención de forma, todo
el rosario de frutas desahuciadas que exhibían sus heridas marrones sin ningún
rubor. Entonces, el jugo de doradas propiedades obra el milagro y crea la unión
prevista: pócima mágica, sublime y armónica como es la macedonia.
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