Nos pasamos la vida aparentemente tomado decisiones, o eso nos hacen creer, pero en realidad muchas cuestiones vienen casi dadas y asociadas a nuestros momentos vitales. Nosotros no podemos elegir cuándo ser jóvenes o cuándo dejar de serlo, o quizá sí podemos dejar de comportarnos como jóvenes. La clásica separación mente y cuerpo es una metáfora que ayuda a comprendernos, aunque no exista como tal. El cuerpo envejece al igual que el cerebro, “nuestra mente pensante”, y aunque se pueden borrar o mitigar las huellas del paso del tiempo, nos delatan y nos hacen ser un poco más conscientes.
Los valores asociados con “estar joven”, “sentirse joven” o “vivir como un joven” imperan totalmente en nuestra cultura. Lo malo es cuando te das cuenta que ya no perteneces a ese status maravilloso, donde todo es aparentemente fresco, nuevo, vivo, rápido e intenso y se convierte en pasado, viejo, marchito y lento, y pasan a ser auténticos recuerdos.
De nuevo te toca acomodar tu mente a tu cuerpo o tu cuerpo a tu mente, tomar esa superconciencia de los “yo” que habitan en nuestra mente, atropellados pensamientos contradictorios que mandan mensajes de tranquilidad, sosiego, serenidad, al tiempo que otros más reivindicativos, críticos, desenfadados y frescales. Llegar a un consenso, una “paz” interior, mientras los días son luminosos o grises, alegres o tristes, fríos o cálidos, duros o agradables, dulces o amargos, secos o húmedos, …, próximos o distantes.
La primavera, el verano, el otoño y el invierno reflejan los cambios estacionales. Los ciclos lunares, a la mujer, el calendario laboral, al año y por qué no al hombre y a la mujer. Los ciclos de cambio político, cuatro años. ¿Por qué?. ¿Existirá alguna causa biológica? ¿Algún periodo de renovación tisular que se corresponda, a nivel neuronal, con la capacidad para tolerar?. ¿ Cuál es el periodo medio de vida de las parejas enamoradas?. Seguro que también tiene fecha de caducidad.
La idea de inmortalidad se puede ver en la propia vida, y a nivel de genes. A nivel celular si falla la apoptosis aparece el cáncer. Extraña dualidad, la inmortalidad de sus células nos mata.
Ponerse tan serio o “tan consciente” no está indicado. Acercarse a este grado de conciencia es hacerse maduro, sereno, apacible y un poco distante con esos “yo” más jóvenes, inconscientes de sus limitaciones y felices por ver la vida en clave de juego, experiencias y aventura. Vivimos en la cultura del ocio, eternamente jóvenes, eternamente inconscientes y alejados de la realidad.
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