Mujeres y hombres tienen distinta anatomía cerebral, pero igual inteligencia. Los jóvenes tienen una tendencia mayor a la instrumentalización y las chicas a una mayor expresividad. Dicho de otros modo, los hombres tienden más a poner su personalidad, su forma de ser, al servicio de un objetivo; mientras que las mujeres dan más valor a la expresión de emociones, a la comunicación, por su propio valor más que por servir para un objetivo.
Estas aseveraciones están recogidas en un artículo de El País, del 6-1-2011, donde algunos expertos como Roberto Colom, catedrático de Psicología, Richard Haier y Melissa Hines comentan los últimos avances en neurociencias e inteligencia. Según Haier, en los experimentos de estimulación intelectual, las áreas en las que se observa un aumento de materia gris son las relacionadas con funciones básicas: el aprendizaje, la memoria, la atención. En los hombres hay una relación estrecha entre la materia gris en el lóbulo parietal y la inteligencia, y en las mujeres la relación es respecto al lóbulo frontal.
Cordelia Fine en su libro “Delusions of gender” se muestra muy crítica con las teorías neurosexistas, aquellas que se empeñan en buscar el origen de las diferencias en términos de inteligencia.
Somos una misma especie con dimorfismo sexual, diferentes sexos, diferentes cerebros pero con potencialidad para el aprendizaje según las posibilidades, motivaciones e intereses. La diferencia de roles o funciones, en un principio, podrían enmascarar la respuesta , pero hoy en día están menos diferenciados y las oportunidades para demostrar lo que somos capaces “unos” y “otras” van siendo mayores. ¿Por qué ocupan los puestos de poder o alcanzan antes la fama ?. ¿Cuántos cocineros famosos hay y cuántas buenas cocineras permanecen en el anonimato?. Ellas en la cocina se relacionan, reparten tareas y hablan. Ellos se disponen sólos ante el objetivo, plato especial -que suele ser paella- ¿ Será que las mujeres que tienen detrás les ayudan?. Y si no que nos lo digan a todas las mujeres que hemos criado a nuestros hijos, con o sin ayuda de la pareja, o de otras mujeres, trabajadoras del hogar, o miembros de la familia, abuelas, normalmente.
Cuando la proporción de hombres que asuman los trabajos de las mujeres, como son los domésticos por excelencia, - el cuidado y educación de los hijos- sea mayor o igual, quizás veremos la igualdad. Las mujeres ya lo hemos hecho accediendo por fin al mundo laboral, y unas pocas han renunciado a su papel protector en aras de elevar nuestro género femenino, pero muchas se sienten incómodas por faltar o no estar en ese papel. Supongo que es el papel que mejor hacemos, porque llevamos mucho tiempo haciéndolo, aunque todo es cuestión de tiempo, dedicación, interés y necesidad.
Gracias a mujeres y hombres que se dedican a la investigación podemos vernos como sujetos iguales y no como simples objetos o instrumentos del varón, salidos, para más colmo, de la famosa costilla de Adán.
Maite
No cabe duda de que la dedicación a la familia y al hogar ha funcionado históricamente como un lastre para el progreso profesional de la mujer. Quien dude de la igualdad de inteligencias y capacidades está en un error. En todo caso, la solución pasa por asumir roles de forma conjunta y esa es la gran batalla que debemos ganar. Como muy bien decías en tu anterior artículo, la pena es que determinados progresos no podrán verlos nuestros ojos pero ello no es excusa para que no luchemos para que las generaciones venideras puedan disfrutarlos.
ResponderEliminarGracias Myriam por tus comentarios, siempre en sintonía de alguna u otra forma. Y por tu incondicional presencia en mi blog.
ResponderEliminarUn abrazo
Maite