martes, 7 de enero de 2014

ESQUIVAR

Eran las cinco de la tarde y Rebeca se había quedado dormida después de deleitar su aromatizada sopa con apio. Se levantó indecisa. No sabía si ir a dar un paseo para despejarse o sentarse directamente a trabajar en su despacho. La sola idea de perder el tiempo la ponía nerviosa. Algunos días atrás había decidido ir a la consulta de un terapeuta para poner en orden sus pensamientos y adquirir mayor tesón para enfrentar los problemas del día a día. El terapeuta era un ser curioso, con la mirada perdida. Le acompañaba una buena reputación. Era como estar hablando con alguien sin derecho a réplica y eso le hacía sentirse a gusto.
Sus investigaciones recientes sobre el comportamiento humano la estaban aislando y mermando las habilidades sociales. Su ex novio la llamaba a veces y parecía querer retomar su relación. Su amiga Nayra estaba convencida de que ella no había olvidado su primera relación y debía tener otra para salir de dudas. El terapeuta le recomendó cambiar de ciudad. 
Rebeca, finalmente, decidió ir a dar un paseo, perderse por las calles de La Laguna, sin rumbo, dejando que los sentidos fueran dibujando el mapa y que actuara su propia homeostasia. Posó su vista en un grafiti contemplando el fiel reflejo de lo que estaba pasando por su mente y, al momento, sintió una palpitación de aire fresco rozando su cuello. Su piel se erizó. Se gira sobresaltada y comprueba que era su ex novio. “Hola”, exclamo Rebeca, casi gritando. ¡Qué susto me has dado!. A los cinco minutos de estar con él comenzaba a sentirse incómoda y, sin palabras elocuentes, pidió disculpas y se alejó rápidamente de él siguiendo el mapa que su mente había trazado. Antes de llegar a casa se sentó en un banco, sacó su libreta y anotó: esquivar.


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