Sus
investigaciones recientes sobre el comportamiento humano la estaban aislando y
mermando las habilidades sociales. Su ex novio la llamaba a veces y parecía
querer retomar su relación. Su amiga Nayra estaba convencida de que ella no
había olvidado su primera relación y debía tener otra para salir de dudas. El
terapeuta le recomendó cambiar de ciudad.
Rebeca,
finalmente, decidió ir a dar un paseo, perderse por las calles de La Laguna,
sin rumbo, dejando que los sentidos fueran dibujando el mapa y que actuara su
propia homeostasia. Posó su vista en un grafiti contemplando el fiel reflejo de
lo que estaba pasando por su mente y, al momento, sintió una palpitación de
aire fresco rozando su cuello. Su piel se erizó. Se gira sobresaltada y
comprueba que era su ex novio. “Hola”, exclamo Rebeca, casi gritando. ¡Qué
susto me has dado!. A los cinco minutos de estar con él comenzaba a sentirse
incómoda y, sin palabras elocuentes, pidió disculpas y se alejó rápidamente
de él siguiendo el mapa que su mente había trazado. Antes de llegar a casa se
sentó en un banco, sacó su libreta y anotó: esquivar.
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