Rebeca yacía en su cama, remolona, después de un sábado
intenso dedicada a sus investigaciones. Tenia una oferta de trabajo con un
instituto privado de Londres para implementar una aplicación para la mejora del
bienestar en un ambiente de co-working. Necesitaba estar descansada para poder
empezar a crear. “Me tomaré el domingo de ocio total y haré exactamente lo que
me apetezca". Se dijo a sí misma. Eso era algo inusual en su horizonte pues tanta actividad la tenia
enganchada y el solo pensamiento de no hacer nada la ponía enferma. “Necesito
generar nuevas fuentes de adrenalina en ambientes relajados”. Con esta nueva orden
se puso en su ordenador a buscar en internet formas de ocio en la ciudad, en el
campo, con o sin amigos. Ya estaba otra vez enfrascada en la maldita máquina.
En un acto de rebeldía desplazó su sillón y el sonido del
roce de las ruedas contra el suelo cerámico activo su sistema límbico. Se vistió, rápidamente, y se fue a correr por la playa para liberarse de si misma y dejar entrar
el aire por sus alveolos tratando de interrumpir todo pensamiento.
Era domingo y, sin darse cuenta, ya estaba metida de
lleno en el trabajo.