Capítulo 1: Martes 16-3-2010. ALICIA.
Alicia de pequeña soñaba con ser historiadora. En realidad ella no lo sabía pero todo parecía indicar que le gustaba más estar en el aire que con los pies en la tierra. Cuando la conocí, atravesaba momentos difíciles. Fue en santa Cruz de Tenerife, un día soleado y con unos cirros que ya presagiaban su especial encanto y fascinación por las alturas. Tenía miedo a volar aunque de pequeña quería ser piloto. Estar en y entre las nubes observando cualquier cosa desde una amplia perspectiva le daba alas para volar.
Estaba tomando un cortadito natural en una terraza de la plaza del Príncipe y escuché una conversación entre dos jovencitas sin fundamento pero muy compenetradas en sus cuitas. “A mi lo que me jode es que me sirvan la comida”, decía una de ellas y la otra le respondía pues “a mi me cabrea que me roben la comida del plato”. Esa conversación sin sustancia les dio para un buen rato. En ese preciso instante se me presentó Alicia como si de una revelación se tratase.
Años más tarde comenzó a tener problemas. Tenía dos hijos y un marido que la adoraba, pero trabajaba de sol a sol como profesora en un centro de secundaria y las cosas no eran como ella había planeado. Consiguió la plaza de profesora en Palencia y devoraba libros como quien se toma un bocadillo de bacón con tomate, saboreando cada trozo y cada prolongado regustillo de grasa retumbándole en el paladar, como si lo originase una interminable y caprichosa surgencia. Siempre tenía un libro en su mesita, un paquete de pañuelos y sus pendientes más queridos.
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