Serenidad,
quietud. Tomarse todo con cautela, sin atisbos de melancolía, ni pena ni rabia.
Pasar desapercibido en un mundo de comparaciones superfluas. Andar erguido y a
cuatro patas, demoledor examen de conciencia que siente el atropello, el abuso
de poder, ... Elevar al cielo las plegarias, mandrágoras ascetas de reinos
perdidos y paisajes deformes en contexto. Trueques y transacciones de poder, a
espalda o de frente, que más da, al fin y al cabo despropósitos y fueras de
juego. Concienciar y apostar por la conciencia, inclinarse para recoger lo que
sobra, comer las migajas de la desesperación, alimentar los miedos y los
desvaídos sin sentido ni equilibrio. Curtir el alma con betún de Judea, secar y
proteger, mantener y conservar hasta los tiempos de los tiempos, romper el
silencio y la calma y reposar.
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