Si tuviese la misión de escribir mi ultimo alegato y
dejárselo a mis hijos, ¿qué les diría?
Les diría, que en la vida no hay fórmulas ni secretos,
que solamente hay que vivirla y disfrutarla; que la vida te va dando lecciones
y debes ir asumiendo lo que haces y decidiendo lo que no haces para sobrevivir
en ella.
Si tuviese limitado el escrito a unas 120 palabras,
comenzaría diciendo que lo más importante es sentirse bien con uno mismo,
aplicar el principio de igualdad: lo que a mí me importa, importa a los demás,
lo que a mí me molesta, molesta a los demás. Siempre pensar en las personas
como una prolongación de cada uno y que hay que cuidarlas, respetarlas e
intentar entenderlas, incluso a los que parecen nuestros enemigos o no amigos,
intentar buscar las razones por las que no conectan con nosotros. Esto te da la
verdadera felicidad, sentirte bien contigo y estar por encima, en un lugar
teórico en el que todo es equidad y buen hacer, un lugar sin nombre, ni
lideres.
Les diría, que la teoría es un ideal generalizado y que
la práctica admite todos los cambios posibles. No ser inamovibles en sus
pensamientos sino que estén en constante revisión por los cambios de humor,
emociones y situaciones por las que un individuo va dibujando su trayectoria
vital y va encontrando problemas que tiene que ir solucionando.
Les diría, que no hay mejor bien que la libertad de
acción y que si queremos libertad hay que permitir que los demás también la
tengan. Esta comprensión llega con la experiencia; que no luchen causas
perdidas porque se pierden la propia vida y que, acuñar este término, ha sido y
es una manipulación en toda regla; que no caigan en dejarse manipular y que
todas las decisiones que realicen en la vida sean de verdad tomadas por ellos
mismos sopesando los pros y los contras.
Les diría, que disfruten de la incertidumbre en la vida y
que jueguen con ella. El destino está claro pero no pensar que está cerca sino
siempre lejos. Qué paren en cada estación a ver el paisaje, que fluyan por la
vida como cuerpos que flotan en un espacio real plagado de sorpresas y de
bondades; que hay muchas personas interesantes que siempre quedarán por conocer
y que hay que esperar y saber ver lo que hay detrás de cada una de ellas y de
uno mismo.
Les diría, que todo tiene solución y depende de la actitud con la que se afronte. La solución pasa por ceder y por establecer un pacto mental contigo mismo. Tú mismo eres el mejor intermediario para resolver cualquier problema. Ver en el interior lo que se va fraguando en la trayectoria de la vida es la mejor aventura que podemos correr: Disfrutar de nuestros diferentes “yo” y aprender a gobernarlos, a dirigirlos y reorientarlos de acuerdo a las circunstancias.
Les diría, que todo tiene solución y depende de la actitud con la que se afronte. La solución pasa por ceder y por establecer un pacto mental contigo mismo. Tú mismo eres el mejor intermediario para resolver cualquier problema. Ver en el interior lo que se va fraguando en la trayectoria de la vida es la mejor aventura que podemos correr: Disfrutar de nuestros diferentes “yo” y aprender a gobernarlos, a dirigirlos y reorientarlos de acuerdo a las circunstancias.
Les diría, que estoy con ellos no porque les vea desde el
espacio sino porque yo estoy en ellos, como ellos estuvieron siempre en mi desde
que alumbraron al mundo.
Les diría, que siempre estaré ahí para ayudarles a tomar
decisiones porque estoy en su memoria y ahí, cristalizada en los recovecos
neuronales, saldré para ofrecerles ayuda, siempre y cuando ellos decidan
hacerlo.
Les diría, que el hilo de la vida no se corta tan
fácilmente, está en el ADN de cada célula. Somos materia viva y todos estamos
hechos de lo mismo.
Les diría, que no se les olvide que, en cierta forma,
todos pensamos igual como seres animados para la vida, que nacemos, crecemos,
damos la vida (si queremos) y, de esta manera, prolongamos la vida.
Les diría, por último, que los quiero, les querré y me
querrán eternamente.