Rebeca siente un extraño dolor abdominal que no le deja trabajar a gusto.
Está sola en la oficina de TECOMO. Es sábado y había decidido ir para acabar la
aplicación móvil de ayuda en el extranjero que le habían encargado hacia ya
tres meses.
Sentada en su silla, le recorre un escalofrío por todo el cuerpo y se tira
inmediatamente al suelo pues parece que se va a desmayar. Se queda adormecida
un buen rato. Justo a las 10:00 de la mañana, un rayo de luz cegadora
interrumpe su estado, a la vez que su móvil comienza a vibrar en la mesa de trabajo.
Se incorpora torpemente, algo mareada, y tropieza con el cable del
cargador de la batería del portátil. De nuevo vuelve al suelo. "Mierda, tengo que retirar los cables algún día", dice Rebeca. Mientras,
su móvil comienza a asomar por el borde de la mesa. "¡Se han puesto todos de
acuerdo!", grita Rebeca, alargando su mano para pararlo.
Sentada a salvo junto al borde de su mesa y con el móvil en su mano,
comprueba que ya no tenía el dolor y podía seguir trabajando. "Tengo que idear
un dispositivo de alarma estático". Miró la agenda y en una hora vendría Pablo
Muñoz “Seguramente comeremos fuera y tengo que estar un poco mas arreglada que
de costumbre. Los hombres son todos iguales, si además estas buena, ya te
prestan más atención”. Rebeca pretendía vender su proyecto personal a su
compañía y la forma de entrar era a través de ese comercial.
Fue directamente al aseo de la oficina a comprobar su estado físico, se
lavó la cara, se maquilló y humedeciendo sus labios se dijo a sí misma: "no
estoy nada mal".
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