CAPITULO 1. EL DESENCANTO
Allí
estaba rodeada por inmaculadas paredes blancas abandonada al suave balanceo y
aliviada por vigorosos chorros que salían de los flancos de su bañera. Sus
pensamientos rápidamente se expandían hacia el exterior y un deseo irrefrenable
de evaporarse junto con los vapores que se iban condensando en el espejo y la mampara
de cristal.
Un
bote de champú barato que se había comprado en un centro comercial le sacó por
un instante de sus pensamientos. Fresa pasión, pensó Rebeca, qué chorrada, a
quién se le ocurrió la idea de utilizar los sabores para enamorar. Por aquel
tiempo Rebeca atesoraba cuatro novios fallidos y un sin fin de conocidos con
intereses comunes pero en otra onda emocional.
Llevaba
un cuarto de su vida en Canarias, destino que había elegido junto con su primer
novio, a pesar de las negativas de su familia. . No podía soportar que
le dirigiesen la vida. Sabía, por su profesión libre de estadista, que los
condicionantes están fijos por el entorno pero lo relativo a la persona era
susceptible de ser modificado .
El
timbre del teléfono y su piel arrugada le sacaron de nuevo de sus oscuros
pensamientos sobre la materia oscura y los universos paralelos. Giró el
mecanismo que libera el tapón de la bañera y en una danza preludio se mezclaron
sus pensamientos con el elegante vórtice transparente, altivo y distante que
arrastra como agujero negro todas las anteriores elucubraciones hacia un
destino cíclico y casi infinito a escala humana.
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