martes, 29 de septiembre de 2015

LIBAR EL SILENCIO


Pedir auxilio, sin pedirlo
 gritar sin ser escuchado
hablar al silencio, rezar las paredes,
nombrar los fantasmas del pasado.

 Culminar los picos de la adolescencia, 
sembrar el suelo de esperanza, 
acariciar las flores de la ilusión
tentar al diablo de la muerte. 

Predecir el viento, 
soñar las palabras y hacerlas reales,
 inventar caminos de ida y vuelta, 
cantar a los malditos y sellar sus sonrisas. 

Amar al desamado y odiar al querido, 
orquestar enjambres de emociones y libarlas al aire, 
esparcir sus sombras y olores,
colmar el océano de los desamparados.

Abrir la tierra, 
renovar sus paisajes y hacerlos grandes, espaciosos,…,
sin fronteras ni estados, ni buques blindados,

solo hogares, atrios humanos, humanidad. 

domingo, 13 de septiembre de 2015

PERFORMANCE

Sentada en una silla, en el centro del escenario, su mirada se iba clavando en el publico, uno a uno, por orden riguroso, de izquierda a derecha, sin detenerse excesivamente, solo lo justo para escuchar la historia, para redimir sus pecados, para disculparse por tanto mal causado en la humanidad, para buscar la mirada humana, para detectar la bondad. Sentada, mientras sonaba la música de Everybody hurts de REM, su pupila se iba cerrando cada vez más por el efecto del reflejo de los demás ojos; azules, verdes, marrones y grises que desde posiciones más elevadas, no dejaban de evocar y compartir sus pensamientos. La música terminó y el público rompió en un estruendoso aplauso que cerró de golpe sus pupilas. Pronto recuperó la suya, manteniendo un radio un poco mayor que el que tenían cuando se había sentado en la silla frente a la audiencia. Orgullosa, recogió la silla y, sin hacer mucho ruido, dejo la escena con una estela de humilde color. 


martes, 1 de septiembre de 2015

SERIE RELATOS DE VERANO


LA HABITACION VACÍA

-Vas a estar en la gloria en cuanto nos vayamos- anunció Miranda a su cuñada Celeste. No sabía que acababa de pronunciar la temida sentencia de soledad que tanto angustiaba a Celeste. Tenía 55 años y casi todo resuelto en su vida. Se había dedicado en cuerpo y alma a su familia, incluso sin descuidar a la política. Les despidió con un adiós de mano y se escondió en su casa como el sol se oculta en el horizonte. 

Pasaban las horas y ya se iba habituando a no oír ni ver a ser humano a su alrededor. Eran las 12:30 y se puso a barrer la habitación de sus hijas, adolescentes despreocupadas por el orden pero muy cuidadosas por su aspecto físico. Le dieron las 13:30 intentando recobrar el aspecto de una habitación limpia y ordenada, con el ánimo de dejarla como si alguien estuviese sin estarlo.  La sensación de entrar a una estancia donde ya no va a estar ocupada por alguien es rara, como la de un presente sin futuro. Celeste ya veía el mundo a través de cristales opacos. Su vida dejaba de tener sentido incluso para ella misma. Se fue a la cama, leyó un rato y las voces de la cantina de la estación no le dejaban concentrarse en la narración. Abandonó la lectura, busco la postura adecuada para conciliar el sueño y lo ultimo que escuchó fue el sonido de un animal en el tejado, quizá un pájaro que también sueña con su familia, que ya no regresara más que de visita o por necesidad.