Final
de mes. Todo llega a su fin. Siempre que algo comienza, termina. Se puede
dilatar en el tiempo, ralentizar, parar, quizá estabilizarse un tiempo, pero al
final, siempre se acaba, continúa el proceso y cambia. Obsesionarse con el
tiempo no es bueno, ni para marcarse objetivos ni para contar los días que a
uno le quedan o faltan para hacer tal o cual cosa. La vida transcurre en un
venir y devenir, discurre por líneas de espacio-tiempo. Te subes a un tren, a
un determinado vagón de los muchos que hay, en diferentes estaciones de vida.
Te puedes bajar, quedar o cambiar de vagón, pero sigues teniendo que subirte a un
nuevo tren o estás muerto.
Las
estaciones, la espera, es lo peor; no saber si viene uno o si nunca volverá a
pasar el tren. La vida está sobre rieles, cuerdas en el tiempo. Pensar que el
siguiente será mejor que el que tienes delante puede ser un error o un acierto,
nunca se sabe. La incertidumbre es la regla del juego. Siempre habrá, y no
importa, la podemos representar como una constante en una ecuación pero el
problema es siempre el mismo, decidir qué hacer. Tendría que haber tantas
variables y casos a estudiar que su definición seria muy compleja y no
ofrecería el resultado esperado. Aun sabiéndolo, como lo sabemos, no nos ayuda
a tomar mejores decisiones. La sociedad, aparentemente, simplifica las
opciones y entonces resulta más fácil elegir porque son opciones cerradas, ya
pensadas y elaboradas, te tienes que fiar. En un bloque de proposiciones están
definidas las líneas o directrices. Elegir bien, decidir bien, siempre es
función del estado de ánimo, la suerte de tu vagón o tren o estación de donde
partes. Todas estas variables hacen complicada la elección. Si cambias de
estación, cambias de cultura o país, las opciones son diferentes pero sujetas a
otras directrices quizá aún peores para ti. ¿Qué hacer? Manuales de autoayuda,
programas elaborados por expertos, escritos con ideologías y teorías
filosóficas que los sujetos traducen para la sociedad, contribuyen a
visibilizar este mar de dudas y recetas; pero los manuales de ayuda
generalizada no existen. Todo al final está controlado por unos pocos trenes,
vagones y estaciones. El mundo dividido por meridianos, gajos de la misma
franja horaria, condicionados por las mismas horas de luz, con diferencias
entre el hemisferio norte y sur, dado que el eje de la tierra está tumbado. La
luz activa centros nerviosos, células y hormonas que regulan el equilibrio
químico de nuestro organismo. Una división por hormonas, genes y biomoléculas
quizá sería más representativa y elocuente de nuestro caldo primigenio hecho
humanidad.
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