Si un observador externo a la Tierra contemplara la actividad humana
pensaría, probablemente, lo que percibimos cuando vemos en un documental una
manada de focas o lobos marinos en la inhóspita costa ártica, o tropezamos con
un ejército de hormigas en un bosque caducifolio recabando concienzudamente alimentos para su despensa.
El tráfico rodado en una ciudad, a la luz del día, con sus cruces,
cambios de dirección y sentido, aparenta un macroorganismo, cuyos segmentos
articulados, los automóviles, están dirigidos por seres que parecen responder al
mismo estímulo.
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