lunes, 9 de enero de 2012

SUPERCOCHES


Si un observador externo a la Tierra contemplara la actividad humana pensaría, probablemente, lo que percibimos cuando vemos en un documental una manada de focas o lobos marinos en la inhóspita costa ártica, o tropezamos con un ejército de hormigas en un bosque caducifolio recabando concienzudamente alimentos para su despensa.
El tráfico rodado en una ciudad, a la luz del día, con sus cruces, cambios de dirección y sentido, aparenta un macroorganismo, cuyos segmentos articulados, los automóviles, están dirigidos por seres que parecen responder al mismo estímulo.

 Nada que ver con nuestra realidad, compartimos caminos, rutas o destinos, portamos enseres, usamos las mismas vías de servicio y esa cinta transportadora diurna se convierte en un trasiego de luces bajo la noche terrestre cuan luciérnaga gigante.

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