El viaje
La voluntad de hacer y el ejercicio del deber hacer. La calma y el sosiego alumbraron mi camino. Algo turbio y sucio me salpicó. Casas pintadas de blanco y azul, listadas con maderas nobles, gastadas por el sol y la humedad. Lechos fangosos cubren las capas antiguas de antiguos mares. Entonces llegué, pise aquella llanura, con suaves colinas y escarpes en proceso, pequeños conos marcados en las lomas como cicatrices o arañazos. Nada más que un silencio roto por corderos rechonchos de oscuras patas y negras caras, orientados al viento, mirando al mismo lado, comiendo a la vez, como si un extraño hechicero les anulara su voluntad. Corderos sobre la verde hierba y muchos excrementos para abonar su propio alimento. Ciclo de la vida, quién lo cierra, quién lo empieza lo continua, hasta que el círculo se agote en si mismo y la energía sea cada vez menor, de 100 a 10, de 10 a 1, de uno a la diez millonésima y, así, hasta el infinito, la nada, de donde todos venimos. Ese instante cero donde el proceso se revertió y comenzó desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente más grande, el universo donde está nuestro pequeño planeta y la vida que se refugia en ella.
Qué bueno encontrarte de nuevo en estas páginas, amiga...
ResponderEliminarSigue así de inspirada desde tierras inglesas.
Besos mil
MYRIAM