Hoy
ha se ha roto el huevo y ha florecido el limonero. El cielo azul se esconde
detrás de las blancas nubes. El verde de las praderas está lejos. Las cimas de
las elevaciones no se aprecian desde el patio. Todo parece estar en su sitio,
aunque nunca es el mismo. Las nubes en el cielo, las plantas en el suelo, la
mirada sobre el paisaje en busca de sosiego, no, de deseo, no, de espacios
distintos donde posar la mirada y descubrir lugares escondidos por descuido, amplificados
por la perspectiva.
Si estoy haciendo algo pienso
inmediatamente lo que no estoy haciendo o lo que podría estar haciendo en lugar
de aquello otro. Falta de concentración, seria el diagnóstico fácil, falta de
ilusión, el otro, pero quizá sea el afán por vivir intensamente, manejar varias
dimensiones de tiempo en el mismo espacio, en un mismo plano o instante de
vida. Meto el pollo en el horno, medio pollo, somos pocos comensales. Miro por
el gran ventanal, casi puerta que nos separa del mundo exterior, exterior de
los muros de la casa donde los humanos hacemos gran parte de nuestra vida y
actividades. Pincho el pollo para sacar el jugo poco a poco, descubro un limón
en el árbol y pinto una escena. La noche ha sido medio dura como un huevo a
medio hacer, despierta y con leve dolor. Cuando consigues desconectar y
sumirte en tu ciclo de descanso te levantas bien, con buenos pensamiento y
buenas intenciones de hacer algo digamos productivo. Entonces, tus manos poco
diestras y un poco torpes pierden coordinación y derraman la leche en la
nevera. Te das cuentas de la falta de descanso y de lo que es capaz de
provocar. Los pensamientos fluyen en la mañana patinando sin darte cuenta
porque ya metidos en tu propia carcasa algún mecanismo impide darle cuenta de
la torpeza de tus acciones. Cojo la cámara de fotos y me la cuelgo al hombro,
salgo a mi jardín privado en busca de escenas que proyecten mis ansias. La
historia del huevo y la del pollo son similares. Primero prepare el pollo y
luego pinche el huevo. La primera intencionada y la segunda sin querer. Así
debieron ser nuestro orígenes, sin intención, al principio, pero luego bien
medidos e intencionados.