sábado, 5 de abril de 2014

DIARIO DE LA EXPEDICIÓN




Levantamos amarras un 31 de octubre del año en curso. El cielo estaba disperso. Nubes difusas parecían crecer en la vertical del barco. Era mi primer turno de mañana y estaba barriendo la cubierta del barco. Todavía quedaban restos de hojas de Flamboyán. Estábamos saliendo de Canarias rumbo a las Antillas. La suave brisa y el repiqueteo de la cuerda contra el mástil nos acompañaba todo el día. Nada a la vista, sólo el mar y encerrado en este barco me esperaban días monótonos y cargados de tedio, mecidos por el vaivén y acompasados por la melodía de sonidos que iban apareciendo a medida que nos alejábamos de  la costa. Mi misión en esta expedición era observar. Éramos dos científicos y el resto tripulación

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