Estoy perdiendo cintura, dice Remedios. Estoy
perdiendo cadera, dice Soledad.
¿Decís
literal o metafóricamente?
La primera. Sí, a lo primero. La segunda. Sí, lo
mismo digo.
¿Desde cuándo lo notáis?.
Remedios. Desde el principio.
Soledad, desde la edad media, perdón, media
edad.
¿Es algo achacable a la edad o es por otras
causas?
En mi caso, dice Remedios, es por la situación:
¡Estoy engordando!.
Soledad dice haberlo notado a partir de los 50. La cadera
se le está yendo hacia abajo y no identifica el final de la cadera y el
comienzo de la pierna.
El cuerpo cambia, modifica el físico y la mente
lo identifica como un signo de envejecimiento, lo cual nos hace estar más
bajitos, perder visibilidad. En el caso de Remedios crecer a lo ancho, a lo
largo y a lo alto, significa la pérdida de su cintura. En el caso de Soledad, la
gravedad no juega a su favor.
Ambas se dan cuenta de las transformaciones que obran en su cuerpo, pero lo más importante son los cambios
psicológicos que se producen en la adaptación del cerebro a estos cambios. Está
entrando información al cerebro constantemente y no deja de procesar en una u
otra dirección.
La de Remedios tiene vuelta, ponerse a dieta y
ya está. La de Soledad no para, prosigue. Ambas, son mujeres y de edad mental
tardo-joven. Sus cerebros no envejecen a la misma velocidad que su cuerpo. Las
latas se oxidan pero el interior está intacto, salvo defectos. El exterior,
visible a los cambios, el interior, protegido, permanece mas tiempo sin aparente
cambio, se puede esconder, disimular o simplemente no mostrar.