De vuelta al hogar, a la casa que nos cobija, al lugar que nos sentimos ser y estamos anclados. Nada nos une más que la rutina, el hacer una y otra vez; solo la enfermedad te para, sentirnos enfermos es lo peor que nos puede pasar y, a veces, pasa. La enfermedad es pasajera, la vida también.
La luna oronda nos estaba esperando. Pasajera incansable, se aleja un poco cada día, y no lo percibimos; la sentimos tan cerca... Su reflejo en el mar, dibuja la estela, indica el camino. La luna estaba gordita y eso nos produce alegría. Está bien nutrida. La luz excita nuestras neuronas y emitimos destellos de felicidad.