viernes, 4 de enero de 2013

Rememorar

Cuando las historias personales comienzan a tener valor tenemos los recuerdos. Mi abuela paterna nos contaba muchas historias de su infancia en Barcelona. Nos hablaba de la semana trágica, pero yo en aquel momento con la mente de nińa no le daba importancia, era otra historia más del posible imaginario de mi abuela. Recuerdo que alguna vez se excusaba porque iba al retrete  y yo intrigada le preguntaba que a donde iba, al retrete, contestaba de nuevo. A mi aquello me parecía un lugar tan interesante, tan distante de mi realidad, que quería acompañarla. Ella nunca me dejaba. -Es un lugar para ir sólo-. Nunca me revelo el significado de aquella extrańa palabra. Nadie parecía querer  desvelar el secreto de mi abuela.
Esos lugares imaginarios, de cuento, de correr aventuras, de hacer cosas diferentes me han acompañado toda mi vida.  Ahora con la mente de adulto,  es más difícil de engańar o de soñar despierto, la realidad nos transforma y nos hace más reales, más serios, menos ensoñadores. Ahora, escribiendo desde el retrete, sigo pensando y mantengo vivos los recuerdos y esa maravillosa sensación de que existen lugares para desear estar, lugares donde todo es posible, lugares para vivir con intensidad emociones y sensaciones nuevas; el  mundo de los pensamientos artísticas, creadores de estos espacios para evadirse de la realidad. Pintar, escribir, bailar, gritar, soñar, emular, cantar, ... , alejarnos  de la rutina y de la cotidianidad para regresar con aires renovados a la vida que toca vivir. No elegimos hacernos mayores, es una ley de vida, de la que nos podemos liberar de vez en cuando al compartir los espacios creados por cualquier mente que desee hacer esos viajes por puro placer.