Cuando era pequeña me
alucinaba cualquier expresión matemática al igual que hoy, de mayor, el
sánscrito o la escritura China.
Las formas de expresarnos
son tan finitas como lo somos los seres humanos. Mientras haya una sola persona
que se exprese, tendrá su propio idioma o forma de componer sus pensamientos.
Los enunciados de los problemas de matemáticas envolvían y hacían recorrer un
viaje que transportaba muy lejos de la solución. Aquellas palabras solemnes y
mágicas, inventadas por la mente de un adulto, cuando menos, confundían y
apartaban del objetivo del problema: aprender a hacerlos.
Con los diferentes
sistemas educativos se cambiaron los enunciados pero los problemas seguían sin
entenderse. No era un problema de lenguaje sino de concepto o método.
Ocurre lo mismo con
los idiomas. ¿Por qué parecemos tan inútiles?¿Es acaso el bilingüismo un
estadio del conocimiento al que pocos tienen acceso? De nuevo las conexiones y
las capas de inteligencia no nos hacen ver el problema. Unos se expresan con el
cuerpo, otros con la mirada, otros con las manos, los gestos, las posturas y
otros con las formas de enunciar los problemas. ¿Por qué no empezar por enseñar
a hacer enunciados para entender los problemas? Al final, es una cuestión de
entendimiento y falta de comprensión, no tanto por el contenido en sí mismo como
por la vía elegida y/o el contexto utilizado: el enunciado del problema.
Con los problemas de
álgebra, donde había que ser casi un experto en traducir el lenguaje a modo
comprensible, comenzaban a marcarse diferencias en la enseñanza. “Los de letras”
y “los de ciencias”, los del discurso y los de las ecuaciones. Nada más lejos
de la realidad. Los grandes matemáticos no trataban con números sino con
lenguajes y códigos para expresar relaciones entre ellos. Los lingüistas tratan
con la gramática y construyen idiomas.
Los cerebros de-construyen
el idioma y descifran los mensajes. Al igual que los niños conjugan con la
regla única, los adultos hacemos derivaciones gramaticales de nuestro propio
idioma y la forma de estructurar las palabras nos hace parecer idiotas, frente
a la elite de expertos que han estructurado su mente con esas gramáticas o
normas y no se salen nunca de ellas. ¿Es acaso la inteligencia algo que se
escribe con normas? ¿Es la inteligencia la capacidad de comprender o descifrar
cualquier lenguaje o código? Aprendemos por adaptación y cada cerebro es único.
Tratar a cada individuo como único es la mejor vía para entendernos.
Los
problemas se inventaron para practicar unos conceptos, pero si previamente no
tenemos los conceptos malamente los entenderemos y sólo copiaremos la dinámica
para resolver un problema pero nunca seremos capaces de inventar, ni otro
lenguaje ni otras formas de resolverlo. Esto es la creatividad, lo que está todavía
en el terreno de lo no escrito, lo no expresado, lo no conseguido. Quizá
inventar otra forma de enunciar los problemas simplificaría la propia gramática
de su solución, sin falta de inventar otros parecidos que no dejan de ser más
de lo mismo.